" Existe un hilo conductor que jalonan las tres obras que en este volumen se presentan: lo que no se ve, lo que "siempre estuvo ahí",  como se titula uno de los relatos más celebrados de este autor exuberante de creatividad, en su faz de narrador; lo que no se puede ver, porque capas de hipocresía y convenciones ofuscan la mirada y distraen de una verdad temida por demoledora. En el teatro de Alejandro Córdoba Sosa, es dable hallar el mas potente -hasta iracundo- realismo al servicio de una crítica de las rémoras normativas que comprometen la libertad humana, crítica que no deja de ser constructiva por su virtud liberadora, en la que se trasunta una esperanza impenitente"

Los cuentos de “La Humanidad en el espejo” pueden ser considerados como el legado de todas esas culturas que conforman mi acervo, culturas que he explorado a lo largo de décadas de búsqueda de significados trascendentales, o que han llegado hasta mí por ese largo río de la sangre que une sin solución de continuidad las generaciones, para materializarse en la combinación de palabras que se vuelve acto de sublimación y transmutación de la materia que conforma la sustancia del devenir, lo real. Así es como la Realidad se vuelve reflejo en los espejos, descomponiéndose en múltiples segmentos multicolores que se reordenan en mi propio caleidoscopio creativo en el que anhelo reflejar el mundo en toda su belleza, su sublimidad y su tragedia; el completo universo de lo humano del que nada me es ajeno..

​Ser libres al fin para creer. Sólo así es cómo se manifestará la Vida omnisciente, todopoderosa e inextinguible, escondida tras el encandilamiento del desengaño que ofusca nuestros ojos que están esperando para ver más allá de lo visible, que es el terreno de la fe. Y es esta una libertad que desde siempre todos conocemos, o somos invariablemente capaces de conocer, porque mora en cada uno de nosotros, en nuestra mismísima esencia de humanidad; me refiero a la única libertad que no admite condiciones, que no sabe de límites, que deplora toda domesticidad, la sacrosanta libertad de amar.

It’s been a long time since I started crying my indomitable joy over the roofs that men build to block the heaven of the highest longings. It’s been a long time since I started beholding the endless dance of Fate, the one of the great and the one of the small, and I sing to them all because I am one of them.

From the preface of Two hundred and one miniature tales

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"Este libro puede contener pasajes del evangelio de un hombre que decidió reconquistar la belleza oculta de lo real, a través de sus poderes alquímicos de creación estética; el plomo se hará oro al contacto con sus ideas, la mediocridad retirará su gris velo y los hijos de la pobreza de espíritu brillarán con una luz inconcebible; entonces la desigual proporción de los dones terrenales dejará de ser la norma y la singularidad munífica de cada uno de los millares que se agitan en las sombras, recobrada, los reconciliará con el agobio de la vida".

Alejandro Córdoba Sosa,

de Prolegómenos mínimos de un manifiesto estético.

estético.

En esta suerte de diccionario narrativo, los caracteres humanos no son ni quieren ser teoremas, sino lisa y llanamente "vidas", palpitantes de actos, deseos, pasiones, sordidez y sublimidad. Vidas de hombres y mujeres, así como también las de algunos "seres" que no lo son pero que viven con nosotros nada más que para reafirmar y resaltar los rasgos más altos y más bajos de la naturaleza humana, cuyos contornos se vuelven más nítidos por la fuerza con que estos "excepcionales" los realzan por contraposición al resto.

Quienquiera que seas que hayas elegido este libro tanto como él te eligió a vos, como habrás de advertir cuando te adentres en sus cavernosidades ubérrimas de espejos en los que vas a ver tu reflejo y el de otros; a vos lector de este pequeño evangelio de la libertad, cuyas parábolas a menudo se revelan dobles de amor y crueldad, quiero que mi palabra bárbara, ilimitada, feroz y feliz llegue como esa rara música la principio ignota que rápido se reconoce bella. Quizás en esa hora pletórica también lances tu alarido bárbaro sin importar dónde estés, porque ya serás libre.

De A modo de introito: brevísimo elogio del alarido.

Alejandro Córdoba Sosa

Soledad no necesitaba saber si tenía o no una dimensión secreta, porque si lo hubiera sabido ya no habría sido ella. Sin embargo la tenía, y yo lo supe. Soledad, pequeña Soledad, real, severamente encerrada en la celda del presente, incapaz de anhelar, de recordar lo que fue, lo que pudo haber sido, o simplemente esperar. Esto es lo que a ella la hacía única y, al mismo tiempo, tan parecida a tantos. Ahí estaba esperando, todavía muda, para salir a la luz toda la belleza de su tragedia. Entonces me lancé a construir su memoria, para burlar la severidad de su confinamiento, para que mi conciencia de su encierro fuera su propia conciencia y su trascendencia.

De A modo de exordio.

Alejandro Córdoba Sosa

“El microrrelato hunde sus raíces, como toda literatura, en la tradición oral, en forma de fábulas y apólogos, y va tomando cuerpo en la Edad Media a través de la literatura didáctica, que se sirve de leyendas, adivinanzas y parábolas. Algunos han visto el microrrelato como la versión en prosa del haiku oriental y otros lo han hecho derivar de la literatura lapidaria.

¿De donde proviene la fascinación actual por el microrrelato?

De una parte, de la revitalización de la máxima de Gracián, aplicada al cuento ya de por sí breve: ‘Lo bueno, si breve, dos veces bueno’. De otra, como afirma uno de los maestros del microrrelato, Enrique Anderson Imbert, ‘la brevedad del cuento tiene la virtud de ceñirse a los impulsos cortos de la vida’.

El microcuentista descubre el valor estético de una imagen incongruente, de una situación singular. En un rapto de simpatía se instala en el interior de esa realidad inventada para gozarla en lo que tiene de original y para expresarla en símbolos exactos. No sin humor, añade Monterroso: ‘La brevedad no es un término de la retórica, sino de la buena educación’.”

Pedro de Miguel, El Mundo, España.

Esta crónica, por momentos abstrusa, no pretende ser ningún evangelio, no quiere señalar ningún camino de sabiduría superadora, solamente quiere ser un espejo de lo humano, para que en el reflejo que nos devuelve la imagen cruda hasta el exceso, seamos capaces de hallar consuelo para nuestro abandono. Si al final está la redención, podrá descubrirlo el que se atreva a mirar –y a mirarse en- la munificencia pletórica de la fealdad (que por esto mismo deviene paradójicamente belleza), sin llegar a abandonar la idea de que quizás renunciar a la redención también puede ser su corolario más veraz y eficaz.